A la mañana siguiente nos juntamos con Fran, sobre las ocho de la mañana y emprendemos el viaje hacia Aosta, cruzamos el túnel del Mont Blanc y nos dirigimos hacia el corazón del Valle de Valsaveranche, nos adentramos en uno de los rincones más alpinos y salvajes del Parque Nacional del Gran Paradiso. Nuestro objetivo en esta jornada es subir hasta el Refugio Vittorio Chabod (2750 m.).
Llegamos al aparcamiento Parcheggio Alpe Pravieux (1830 m.), donde damos comienzo a la subida al refugio. Una cómoda pista forestal da paso enseguida a un sendero bien trazado que se adentra en el bosque de alerces y abetos. La pendiente se va haciendo notar, pero el ritmo lo marcan las vistas: primero sobre el valle, luego sobre las paredes rocosas y los neveros que nos recuerdan que estamos en alta montaña.
Iniciando el ascenso hacia el refugio de Chabod
Al alcanzar la cota 2.200, el bosque se abre y da paso al dominio del pasto alpino. El paisaje se vuelve grandioso: aparecen los glaciares del Gran Paradiso, se intuyen las siluetas de los ibones colgados, y el sendero serpentea entre bloques graníticos y pequeñas cascadas. El refugio Chabod asoma en lo alto de una loma morrénica, como un balcón privilegiado frente a las moles heladas
En poco menos de 2 h30 min, hemos salvado unos 850 metros de desnivel, y alcanzamos el refugio, perfectamente integrado en el paisaje, y con vistas espectaculares al glaciar de Laveciau, aunque lo encontramos bastante tapado por la niebla que cubre la cima de Gran Pardiso
Refugio de Chabod con juego de luces de las nubes
Nos toca esperar a que nos asignen habitación así que lo mejor es disfrutar del acogedor refugio y de un buen plato de polenta con salchichas y costilla y una rica birra
Una jornada corta pero intensa, perfecta para aclimatar, aunque nosotros ya venimos muy bien aclimatados después de los dos días por la Aguille de Midi, explorar o simplemente para disfrutar del alma alpina del valle. Pasamos la tarde por el refu, con siesta incluida y viendo como evoluciona la meteo un tanto incierta para la noche y el día siguiente
Tras pasar una buena noche en el refugio Vittorio Chabod (2.750 m), rodeados de nieves eternas y del susurro del glaciar de Laveciau, comienza una nueva jornada rumbo al techo del Valle de Aosta y el único “cuatromil” íntegramente italiano: el Gran Paradiso. Nos levantamos para las cuatro de la mañana, y lo primero que hacemos es salir afuera para ver el día que tenemos, es noche cerrada, alguna cordada ya ha salido, pero está bastante cerrado y llueve, así que nos lo tomamos con calma, a la hora de desayunar
Salimos aún de noche, frontal en cabeza, por la senda que asciende directamente desde el refugio en dirección al glaciar, aunque enseguida comienza a clarear
Llegando a las primeras nieves ya con luz, aunque por arriba está muy cerrado
En torno a los 3.000 m nos calzamos crampones, nos encordamos y entramos en un mundo mineral y helado, el glaciar de Laveciau, una lengua de hielo que desciende desde las entrañas del Gran Paradiso. La pendiente se mantiene constante, sin ser excesiva, pero el avance requiere atención: grietas, puentes de nieve y trazado de zetas por zonas más empinadas, aunque con muy buena huella, y siempre muy bien guiados por Fran
Seracs en mitad del glaciar que pasamos por su izquierda
Seguimos subiendo, pero cada vez está más cerrado y comienza a nevar y el viento cada vez es más fuerte y frío. A unos 3.700 m, el glaciar se empina un poco más y bordea algunos seracs, justo antes de enlazar con el trazado que viene del refugio Vittorio Emanuele II. Aquí toca parar para abrigarnos bien, y casi sin descanso seguir para la cima
La última sección, a partir de los 3.900 m, es la más delicada: se deja el glaciar y, tras una pequeña trepada mixta por rocas y nieve, se alcanza la estrecha cresta cimera. Superamos unos pasos aéreos, hasta llegar al el último resalte que superamos por medio de una pequeña ferrata que nos permite llegar, por fin, a los pies de la icónica madonnina de hierro que corona el Gran Paradiso (4.061 m). Las condiciones son invernales totales, nieve, viento, frio........
Foto de cima, lo único que vimos la madonna, porque el resto de vistas eran nulas. Pero más allá de las vistas, lo que uno siente ahí arriba es el latido profundo de los Alpes, la emoción del esfuerzo compartido con el resto de cordada y el privilegio de estar, por unos minutos, en la frontera entre el cielo y la montaña
La bajada la realizamos por el mismo itinerario, con especial atención al descenso por la arista final y el descenso por el glaciar, donde la nieve ya esta más blanda y las grietas más abiertas
Una vez que terminamos el glaciar, nos desequipamos y seguimos marcha hacia el refugio
En el refugio hacemos una buena parada para comer y aprovechar a secar la ropa. En ese momento la cima se despeja por unas segundos, y podemos ver el glaciar por donde hemos subido y bajado
Subir al Gran Paradiso desde el Chabod es más que alcanzar una cumbre: es un viaje interior. Empieza con la incertidumbre de la madrugada, cuando solo la luz de los frontales acompañan los primeros pasos. Continúa con la magia del amanecer sobre el glaciar, donde el frío se mezcla con el calor que nace del esfuerzo. Cada paso encordado es una lección de paciencia y respeto por la montaña. La trepada final, con la roca helada bajo las manos, dispara el corazón hasta alcanzar la Madonna, guardiana de los sueños montañeros. El descenso es dulce, llevas la sonrisa de quien sabe que ha tocado el cielo y que, por unas horas, ha vivido en un lugar donde el tiempo y las preocupaciones no existen.
Nos despedimos del Gran Paradiso y del refugio Chabod y comenzamos el descenso hacia el aparcamiento
Recorremos el sendero por el que subimos el día anterior, pero hoy con una sonrisa de oreja a oreja
Y llegamos al aparcamiento Parcheggio Alpe Pravieux, donde concluimos la jornada de hoy. Aunque para ser más exactos aún tenemos que volver a Chamonix y decidir que hacemos o no hacemos el día siguiente
Ya de vuelta en Chamonix, donde nos tomamos una buena cerveza para celebrarlo, y donde decidimos que viendo la meteo para el día siguiente, que sigue mala, volver para casa, con una gran sensación de haber hecho algo grande, y que nos llena a pesar de no hacer cima en el Mont Blanc que tendrá que esperar para otra ocasión, pero volveremos
En esta semana por Alpes no estoy solo. La huella en la nieve y el recuerdo del camino llevan también el nombre de Fran La Casa nuestro guía, gracias por tu paciencia, experiencia, seguridad y serenidad que hizo que cada paso fuera seguro. Gracias también a Natxo Yanguas, compañero de cordada y de muchos momentos, que supo poner una sonrisa incluso cuando el aire escaseaba. Esta semana vivida, como tantas otras, es un logro compartido, y por eso el agradecimiento sube con nosotros hasta lo más alto.
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